“¿Cómo abordar la necesidad individual –y al mismo tiempo, colectiva– de dar cuenta de la maternidad, un tema tan universal como silenciado por el canon literario? ¿Con qué lenguaje abordarlo? Jazmina Barrera (Ciudad de México, 1988) resuelve en Línea Nigra, optar por una estructura fragmentaria para abordar su experiencia. El resultado es un libro íntimo escrito desde las grietas que surgen tras el choque entre la urgencia personal de hacerlo y la ausencia de un lenguaje para captar todas las emociones en la totalidad de su sentir.
“En mi panza se ha ido dibujando una línea oscura. Linea nigra, la llaman. Dicen que es para que el bebé, que ve en alto contraste, suba por el estómago y sepa encontrar los pezones. Mi cuerpo se va llenando de señales para alguien más, señales que tienen que explicarme porque yo misma no sé descifrarlas.” (p. 44)
Barrera se ocupa de las palabras que contienen a la maternidad apoyándose en la escritura como herramienta para decodificar lo que encierran. Examina con profundidad las metáforas que son usadas para hablar de las diferentes etapas que va atravesando, del alumbramiento a la lactancia. Escribe: “Nunca se me había ocurrido pensar en el parto como el momento de una partida: cuando alguien parte de ti. El momento de una partida y el momento de una partición. El momento de partirse en dos” (p. 26). Presta atención a los verbos, a los versos, sin descuidar el lugar del cuerpo, la dimensión física de la experiencia. “De mi cuello para abajo todo mi cuerpo es un desastre: desgarres, suturas y sangrados. Como si hubiera explotado” (p. 79). El relato rehúye el misticismo. En el texto de Barrera, el cuerpo se nombra en sintonía con la experiencia que lo atraviesa y lo transforma para siempre, literalmente, a nivel físico y psíquico. En un momento, la narradora admite: “Tanto de lo que asociaba con mi descripción, con mi narrativa personal, está cambiando.” (p. 23)
Barrera plasma, sin idealización, los conflictos entre la creación artística y la atención a las necesidades de un recién nacido. Línea Nigra es un libro que transmite ternura, sin divinizarla, pues evita camuflar las sombras que también aparecen en su trayecto como nueva madre y escritora. Se exponen momentos en el que el dilema se aborda en frases como: “¿Cuándo voy a escribir después del parto? ¿A qué hora? Claro que voy a seguir escribiendo, le dije a mi madre, cuando me preguntó si estaba dispuesta a abandonar mis proyectos durante los dos años siguientes.” (p. 17). Escenas en el que el mismo es desenmascarado como falaz y Barrera cita oportunamente a Alicia Ostriker: “Que las mujeres deben tener bebés en vez de escribir libros es la opinión generalizada de la civilización occidental. Que las mujeres deben escribir libros en vez de tener hijos es otra variante de lo mismo” (p. 137). Línea Nigra, desde su existencia, ya es un desafío a la dicotomía entre ‘maternidad versus vocación’. La escritura de Barrera ilumina las costuras mal enhebradas de este mito, exponiendo los discursos para denotar su matiz de obsolescencia.
Podría asociarse la escritura de este libro con la evocación de la Quimera, aquel ser mitológico conformado por partes de diferentes animales, –que la ciencia actual usa para explicar el proceso de intercambio celular entre la madre y el feto durante el embarazo (p. 155)– para explicar la complejidad de su hechura. El libro posee una voz que a su vez es otras voces y aleja esta propuesta de ser mero diálogo o polifonía. Cada frase citada en el momento preciso es más que una referencia. Muestra de buena forma una previa aprehensión de la autora citada a la experiencia y a la poética de Barrera. Una asimilación in-situ que ocurre en el proceso de disolución del “yo” y su flotamiento en el éter del “no-tiempo”. “Es un lugar sin tiempo, el lugar de las madres” (p. 133) se menciona, luego de describir cómo vive en un eterno presente desde el nacimiento de su hijo. Línea Nigra no sólo se “lee”: su lectura nos ocurre y nos zambulle al mismo instante del cual habla. No somos meros testigos de la narración, pues la sucedemos junto a la autora en cómplice simultaneidad.
También, ‘Línea nigra’ esboza genealogías, transportándonos a la época de su madre artista, quien retrata su propio embarazo, pero que al mismo tiempo sentencia haber dejado de pintar por completo durante dos años para dedicarse de forma exclusiva al cuidado de su hija (p. 104). En paralelo, ocurre otro viaje a la historia de la de la abuela materna, dedicada a asistir partos. Se delinea un trazo de mujeres entregadas a la creación, registrado ahora por la hija escritora a punto de convertirse en madre. Un retrato de sus oficios y sus dolencias: La pérdida de memoria de la abuela, el cáncer de ovario de la madre. Momentos en los que las palabras ceden ante la incertidumbre y el dolor. Pero la construcción de una genealogía sobre la maternidad demanda una poética, un lenguaje con el cual narrarse, una senda literaria formada por distintas autoras que atraviesan la barrera del idioma y exhiben la universalidad de la experiencia. De Rosario Castellanos a Úrsula K. LeGuin, pasando por Sylvia Plath, Zadie Smith y Maggie Nelson, Barrera dibuja una cartografía de la maternidad, mostrando sus relieves contradictorios.
A la par de la vivencia del embarazo, ocurre un desastre: el terremoto en Ciudad de México en el 2017. La autora registra ese momento y evoca sus clases de profilaxis: “La ciudad está medio derrumbada. Hay muchas personas todavía bajo los escombros. Las mujeres lloran en el curso de preparto. Se sienten culpables de tener miedo o tristeza. Qué tortura tan tonta reprimir esos sentimientos.” (p. 45). Capta la vulnerabilidad en la incertidumbre. Nombra la maternidad, que no se encuentra exenta de este miedo, pero acompañada también por la culpa. Barrera la desafía al inhibirla, acudiendo a la literatura para señalar este hartazgo.
Línea Nigra es un testimonio ofrecido a la literatura para plantarle cara a las tinieblas que rodean a la maternidad y así crear otro lenguaje: uno propio. El resultado es un mosaico coral que ayuda a disipar las brumas en torno a este tema, y nos une con el misterio de la propia vida. “Sabemos mucho más acerca del aire que respiramos o de los mares que atravesamos, que acerca de la naturaleza y del significado de la maternidad” escribió Adrienne Rich alguna vez. Libros como este expanden el universo de lo inexorable, nos enternecen. En fin, nos humanizan.